- La imposición de manos requiere, ante todo, que las manos estén limpias. Esto, que dicho así parece una futilidad, tiene sin embargo un sentido profundo. No se trata solamente de higiene epidérmica. Hay que desarrollar previamente un cierto equilibrio físico y emocional que obliga a la eliminación - hasta donde se pueda - de excitantes y estimulantes nocivos, además de las suficientes horas de sueño, carencia de tensiones nerviosas, etc. - Habitualmente tenemos reprimido, en mayor o menor medida, el sentido del tacto. Acostúmbrate a tocar amistosamente a tus semejantes, sin que consideraciones de sexo o edad te obliguen a contener ese impulso natural. - Al cabo de unas semanas de ejercitarte en la recomendación anterior es muy probable que comiences a experimentar una sensación muy particular en las yemas de los dedos: al ponerlas en contacto con la piel de otras personas notarás si esas personas te son o no cordiales, y en qué medida. - Conviene que te habitúes a calibrar el grado de suavidad, humedad y temperatura en la piel de otras personas. Esos datos, si es lo bastante intuitivo, le serán de mucha utilidad para llegar a <<sentir>> el grado de salud de los demás. - Habitúate también a estar en contacto físico con los niños. Son verdaderas centrales de energía psiquica. - Si llevas a cabo cuanto anteriormente te he indicado, es muy posible que los demás busquen tu contacto físico, y no te quepa duda de que ese contacto les será beneficioso. Si lo es en mayor o menor grado, depende de tus propias facultades; sin embargo, esas facultades son innatas y no es posible desarrollarlas. Sabrás de todos modos, si tu las posees o no. - En el peor de los casos, los ejercicios que te recomiendo te serán útiles para saber qué personas son fuentes de energia y vitalidad y que otras, por el contrario se dedican - consciente o inconscientemente - a <<vampirizar>> la energía de los demás. - La hora más adecuada para llevar a cabo la ceremonia de imposición de manos es el mediodia. La habitación donde se realice deberá estar limpia, aireada y silenciosa. La combustión de un buén incienso, preferiblemente sándalo o loto, contribuirá a crear la atmósfera adecuada. Debe disponerse de un sillón cómodo para el sujeto, pero no excesivamente mullido y con el respaldo recto, y de una camilla. - Debe establecerse una corriente de mútua cordialidad entre el impositor de manos y el sujeto. Resulta conveniente para ello mantener una breve conversación previa, carente de solemnidad en cualquier caso. - El impositor debe sugerir en todo momento sensaciones de placidez y relajación. La sonrisa y la suavidad gestual contribuyen a ello. Solo se iniciará la ceremonia cuando el sujeto haya alcanzado un cierto grado de laxitud. - De pie y frente a frente, el impositor colocará las manos sobre los hombros del sujeto y le mirará directamente a los ojos, aunque sin el menor asomo de agresividad. Seguidamente sugerirás que cierre los ojos. Cuando lo haga, también lo harás tu, concentrandote ardientemente en la idea de curar o aliviar la enfermedad de que se trate. - Acto seguido se colocarán las manos, sin tocarlas, sobre la cabeza del sujeto, y al cabo de un minuto, aproximadamente, darás varios pases desde las sienes a los hombros, siempre sin tocar al sujeto. Estos pases contribuirán a aumentar su relajación. - Tras indicar al sujeto que se siente en el sillón comodamente, pero con la espalda recta y en posición vertical, extenderás tus pases, durante cinco minutos, por todo el cuerpo, sin tocarlo en ningún momento. - A continuación repetirás los pases, lentamente siempre, con el sujeto tumbado en la camilla; primero de espaldas y luego boca arriba, durante quince minutos. - Cuando se trate de aliviar dolencias localizadas en alguna parte del cuerpo habrá llegado el momento de imponer directamente las manos sobre la piel desnuda de la parte afectada. Esta imposición no será inferior a veinte minutos en cada sesión. El momento requiere por tu parte el mayor grado de generosidad, tanto fisica como mental. Mientras impones las manos harás el máximo esfuerzo por transmitir energías positivas y por adquirir el convencimiento absoluto de que esa imposición será beneficiosa para el sujeto. De disponerse de la capacidad de curar, el método descrito da en un gran porcentaje de casos excelentes resultados.